De la tolerancia en el debate y su complejidad
"Tolerar" recibe - según el diccionario Salvat Alfa - dos acepciones principales:
1. Sufrir, llevar con paciencia
2. Permitir tácitamente, no impedir una cosa
No creo que sean muchas las personas capaces de ser tolerantes todo el tiempo en el sentido estricto de la palabra, es decir, "llevar con paciencia".
Mi espíritu no es precisamente una fuente inagotable de paciencia. Hay ciertas cosas que hacen que mi tolerancia se vaya al cuerno y me convierten en una persona lisa y llanamente cruel. Lo reconozco, lo sé... lamentablemente no tengo aún la madurez necesaria para cambiarlo (aunque espero alcanzarla pronto) y esta es una de mis grandes falencias. Sin embargo, y en un intento por excusar lo inexcusable, enumeraré cuáles son las circunstancias que destruyen mi facultad de tolerar:
I - La agresión personal en un debate ideológico.
Generalmente, cuando se discuten ideas, posiciones o pareceres, cierta clase de personas tienden a desplazar el eje del debate. Así, Pedro no tiene razón porque es petiso; Juan tampoco porque es ateo y ni hablar de María, que es mujer... cómo podría tenerla?!!. Y me pregunto: ¿qué tienen que ver esas circunstancias con la idea en discusión? ¿Qué diferencia hay entre una idea expresada por X y una formulada por Y, si ambos son seres racionales con derecho a expresar lo que piensan?. Es lógico que si X es árbitro de fútbol y se discute si la falta cometida por García, del Juventud, en el partido del domingo fue o no penal, probablemente su opinión esté mucho mejor fundamentada que la de Y, que es hincha del Juventud desde el día en que nació... pero ¿eso implica que Y no tiene derecho a manifestarse? ¿Una condición meramente coyuntural tiene el poder de dejar sin efecto el derecho constitucional de libre expresión?
Me niego a aceptar eso, estallo... y adiós a la tolerancia.
II - Las mentes cerradas que no aceptan que se puede pensar distinto.
El disenso es la base de todo avance. Si no existieran tantos puntos de vista como personas en el mundo, nunca se sometería a crítica la realidad y todo sería exactamente igual que en el paleolítico. No existirían el catolicismo, la democracia, el divorcio ni los transplantes de órganos. Sucede que "disenso" no es sinónimo de "enemistad". Se puede no pensar lo mismo que el otro, pero - noblesse obligue - debemos respetarlo.
¿Cuántas veces hemos discutido acaloradamente con amigos, padres, maestros, hermanos, cuñados y vecinos, para luego compartir un mate o una salida?
Si se puede respetar la opinión - a nuestro parecer, totalmente equivocada - de nuestros seres queridos, se puede hacer lo propio con la de los demás miembros de la sociedad, que son tan personas como nosotros mismos. Por ello, me desquicia cuando se denigra la opinión que no secunda la nuestra.
Creo que todos deberíamos repetirnos para nuestros adentros: "Lo acepto, pero no lo comparto", pero soy la primera en levantar la voz cuando esto no se cumple.
III - Los expertos en 'opinología'.
Me molesta, casi irracionalmente, la gente que opina de todo, aunque no sepa de nada. Yo no opino sobre la conveniencia de enviar misiones a Marte, ni sobre el desempeño de Independiente en el último campeonato, y mucho menos sobre las decisiones de vida que toman los demás. No tengo autoridad moral ni intelectual para hacerlo. Además, me parece lógico que Doña Rosa juzgue si la hija de Porota es o no una casquivana... pero no creo que lo sea si el Ministro de Economía hace lo mismo. Es decir, cada uno sabe cuándo es o no procedente emitir un juicio categórico respecto de un tópico.
Es irritante hablar sólo por tener boca.
Esas cosas me generan tal rechazo que hacen que me olvide de que soy un ser racional que - se supone - ha de ser tolerante.
Respecto de la segunda acepción ("Permitir tácitamente, no impedir una cosa"), sólo me queda decir que es muy difícil de alcanzar. Es algo así como el Nirvana de la tolerancia. Dejar que aquellos que nos agreden, prosigan con la agresión indefinidamente, es cuasi imposible. Los hombres, a pesar de ser seres racionales, son ante todo animales, y se defienden de los ataques por instinto. Llegar a un estadío tan elevado de espiritualidad que nos permita dar vía libre a las afrentas, sin siquiera un atisbo de reacción, no es nada sencillo e importa desterrar total y absolutamente el salvaje que nos habita para dejar lugar al paradigma del hombre civilizado.
Por lo expuesto, concluiré que soy parcialmente tolerante en el primer sentido de la palabra y que no lo soy - decididamente, no lo soy - en la segunda acepción del término.
Este extensísimo soliloquio viene - obviamente - a cuento por lo sucedido en torno del anterior post, "Bienvenidos al Monte Olimpo", que se extendió hasta otro post, titulado "¿Sos feliz?".
En ellos, me he visto obligada a no permitir más comentarios, en razón del cariz que tomó el debate. Considero que las algunas de las personas que tuvieron la deferencia de comentar allí llevaron adelante algunas de las prácticas enumeradas anteriormente, poniendo a prueba mi tolerancia hasta llevarla al límite. No obstante, reconozco que no debería haber actuado ni contestado como lo hice. Me sentí agraviada, y reaccioné por instinto en lugar de hacerlo como una persona civilizada. Contribuí a desplazar el eje del debate, que se trasladó del plano ideológico para recaer en el de las burdas agresiones personales. Por ello, pido disculpas tanto a quienes se sintieron agraviados, cuanto a los que se mantuvieron ajenos, por haber tenido que soportar tal comportamiento.
Invito a quienes me insultaron entonces, y me comprometo personalmente a hacer lo mismo, a trasladar nuevamente la discusión a un plano abstracto y civilizado, como así también a pedir disculpas a los otros comentadores. Para evitar malas interpretaciones, aclaro que no pretendo recibir disculpa alguna de ellos, sino simplemente agitar una bandera blanca en este foro. Si mi propuesta es aceptada (y estoy segura de que lo será, pues creo que del otro lado también hay seres pensantes y respetables), procederé a habilitar nuevamente los comments en sendos posts, como así también a restituir los que he borrado, a pesar de su contenido injurioso.
En adelante, intentaré tener siempre presente la reflexión motivo de este post, y les pido que si alguna vez me olvido de ella y doy rienda suelta a mi intolerancia - por los motivos que sea - me recuerden releerlo y recapacitar.
Asimismo, propongo que todos expongan sus ideas sobre el concepto de tolerancia, tal y como lo hice yo en este escrito. Quisiera saber qué es la tolerancia para ustedes y qué circunstancias los llevan a hacerla a un lado en pos de prácticas mucho menos favorables a la interacción social. En otros términos: ¿Qué cosas los llevan a reaccionar por instinto?
1. Sufrir, llevar con paciencia
2. Permitir tácitamente, no impedir una cosa
No creo que sean muchas las personas capaces de ser tolerantes todo el tiempo en el sentido estricto de la palabra, es decir, "llevar con paciencia".
Mi espíritu no es precisamente una fuente inagotable de paciencia. Hay ciertas cosas que hacen que mi tolerancia se vaya al cuerno y me convierten en una persona lisa y llanamente cruel. Lo reconozco, lo sé... lamentablemente no tengo aún la madurez necesaria para cambiarlo (aunque espero alcanzarla pronto) y esta es una de mis grandes falencias. Sin embargo, y en un intento por excusar lo inexcusable, enumeraré cuáles son las circunstancias que destruyen mi facultad de tolerar:
I - La agresión personal en un debate ideológico.
Generalmente, cuando se discuten ideas, posiciones o pareceres, cierta clase de personas tienden a desplazar el eje del debate. Así, Pedro no tiene razón porque es petiso; Juan tampoco porque es ateo y ni hablar de María, que es mujer... cómo podría tenerla?!!. Y me pregunto: ¿qué tienen que ver esas circunstancias con la idea en discusión? ¿Qué diferencia hay entre una idea expresada por X y una formulada por Y, si ambos son seres racionales con derecho a expresar lo que piensan?. Es lógico que si X es árbitro de fútbol y se discute si la falta cometida por García, del Juventud, en el partido del domingo fue o no penal, probablemente su opinión esté mucho mejor fundamentada que la de Y, que es hincha del Juventud desde el día en que nació... pero ¿eso implica que Y no tiene derecho a manifestarse? ¿Una condición meramente coyuntural tiene el poder de dejar sin efecto el derecho constitucional de libre expresión?
Me niego a aceptar eso, estallo... y adiós a la tolerancia.
II - Las mentes cerradas que no aceptan que se puede pensar distinto.
El disenso es la base de todo avance. Si no existieran tantos puntos de vista como personas en el mundo, nunca se sometería a crítica la realidad y todo sería exactamente igual que en el paleolítico. No existirían el catolicismo, la democracia, el divorcio ni los transplantes de órganos. Sucede que "disenso" no es sinónimo de "enemistad". Se puede no pensar lo mismo que el otro, pero - noblesse obligue - debemos respetarlo.
¿Cuántas veces hemos discutido acaloradamente con amigos, padres, maestros, hermanos, cuñados y vecinos, para luego compartir un mate o una salida?
Si se puede respetar la opinión - a nuestro parecer, totalmente equivocada - de nuestros seres queridos, se puede hacer lo propio con la de los demás miembros de la sociedad, que son tan personas como nosotros mismos. Por ello, me desquicia cuando se denigra la opinión que no secunda la nuestra.
Creo que todos deberíamos repetirnos para nuestros adentros: "Lo acepto, pero no lo comparto", pero soy la primera en levantar la voz cuando esto no se cumple.
III - Los expertos en 'opinología'.
Me molesta, casi irracionalmente, la gente que opina de todo, aunque no sepa de nada. Yo no opino sobre la conveniencia de enviar misiones a Marte, ni sobre el desempeño de Independiente en el último campeonato, y mucho menos sobre las decisiones de vida que toman los demás. No tengo autoridad moral ni intelectual para hacerlo. Además, me parece lógico que Doña Rosa juzgue si la hija de Porota es o no una casquivana... pero no creo que lo sea si el Ministro de Economía hace lo mismo. Es decir, cada uno sabe cuándo es o no procedente emitir un juicio categórico respecto de un tópico.
Es irritante hablar sólo por tener boca.
Esas cosas me generan tal rechazo que hacen que me olvide de que soy un ser racional que - se supone - ha de ser tolerante.
Respecto de la segunda acepción ("Permitir tácitamente, no impedir una cosa"), sólo me queda decir que es muy difícil de alcanzar. Es algo así como el Nirvana de la tolerancia. Dejar que aquellos que nos agreden, prosigan con la agresión indefinidamente, es cuasi imposible. Los hombres, a pesar de ser seres racionales, son ante todo animales, y se defienden de los ataques por instinto. Llegar a un estadío tan elevado de espiritualidad que nos permita dar vía libre a las afrentas, sin siquiera un atisbo de reacción, no es nada sencillo e importa desterrar total y absolutamente el salvaje que nos habita para dejar lugar al paradigma del hombre civilizado.
Por lo expuesto, concluiré que soy parcialmente tolerante en el primer sentido de la palabra y que no lo soy - decididamente, no lo soy - en la segunda acepción del término.
Este extensísimo soliloquio viene - obviamente - a cuento por lo sucedido en torno del anterior post, "Bienvenidos al Monte Olimpo", que se extendió hasta otro post, titulado "¿Sos feliz?".
En ellos, me he visto obligada a no permitir más comentarios, en razón del cariz que tomó el debate. Considero que las algunas de las personas que tuvieron la deferencia de comentar allí llevaron adelante algunas de las prácticas enumeradas anteriormente, poniendo a prueba mi tolerancia hasta llevarla al límite. No obstante, reconozco que no debería haber actuado ni contestado como lo hice. Me sentí agraviada, y reaccioné por instinto en lugar de hacerlo como una persona civilizada. Contribuí a desplazar el eje del debate, que se trasladó del plano ideológico para recaer en el de las burdas agresiones personales. Por ello, pido disculpas tanto a quienes se sintieron agraviados, cuanto a los que se mantuvieron ajenos, por haber tenido que soportar tal comportamiento.
Invito a quienes me insultaron entonces, y me comprometo personalmente a hacer lo mismo, a trasladar nuevamente la discusión a un plano abstracto y civilizado, como así también a pedir disculpas a los otros comentadores. Para evitar malas interpretaciones, aclaro que no pretendo recibir disculpa alguna de ellos, sino simplemente agitar una bandera blanca en este foro. Si mi propuesta es aceptada (y estoy segura de que lo será, pues creo que del otro lado también hay seres pensantes y respetables), procederé a habilitar nuevamente los comments en sendos posts, como así también a restituir los que he borrado, a pesar de su contenido injurioso.
En adelante, intentaré tener siempre presente la reflexión motivo de este post, y les pido que si alguna vez me olvido de ella y doy rienda suelta a mi intolerancia - por los motivos que sea - me recuerden releerlo y recapacitar.
Asimismo, propongo que todos expongan sus ideas sobre el concepto de tolerancia, tal y como lo hice yo en este escrito. Quisiera saber qué es la tolerancia para ustedes y qué circunstancias los llevan a hacerla a un lado en pos de prácticas mucho menos favorables a la interacción social. En otros términos: ¿Qué cosas los llevan a reaccionar por instinto?
2 Comments:
Tolerancia. El vocablo brota de todos lados estos días. Jefes de Estado y grandes dignatarios promueven la tolerancia, grupos religiosos practican la tolerancia, educadores en universidades y aulas de todo el mundo predican la importancia de la tolerancia religiosa y moral. No importa quien sea el que practica o predica tolerancia, el efecto es siempre el mismo: tanto los individuos como los grupos alcanzan una superioridad moral por ser tolerantes. El concepto de tolerancia como virtud se encuentra encastrado en nuestra cultura: La historia que presenta el Antiguo Testamento sobre el obstinado e intolerante Jonás ilustra la virtud de la tolerancia.
La ciega convicción de Jonás de que únicamente los judíos son merecedores de la misericordia de Dios lo impulsa a desobedecer la orden de Jehová de ir a Nínive y decirle al pueblo que purifique sus actos. La intolerancia de Jonás lo conduce al vientre de una ballena por tres días, y tras esto, cuando Jehová le ordena ir a Nínive él obedece. Cuando el pueblo de Nínive se arrepiente, Jonás se pone furioso porque él deseaba que la ira de Dios destruyera a esos paganos. La historia de Jonás ejemplifica claramente los males de la intolerancia.
En la recordada novela de Ayn Rand "El Manantial", Dominique Francon afirma: "debemos tener tolerancia hacia las opiniones de otros, porque la tolerancia es la mayor de las virtudes". Según el diccionario "The Random House College", la tolerancia "es una actitud equilibrada y objetiva hacia aquellos cuyas opiniones, prácticas, raza, religión, nacionalidad y demás características difieren de las de uno". El Antiguo Diccionario Inglés la define como "la disposición a ser paciente o indulgente frente a opiniones o prácticas de otros; liberarse de prejuicios o desmedida severidad en el juicio de comportamiento de otros".
Antes de que uno denuncie intolerancia, sin embargo, es preciso examinar las cualidades que comparte con la tolerancia. ¿Al igual que sucede con la intolerancia, la tolerancia acaso no fija límites, formula juicios y, antes que reconciliar a la gente, la separa? Cuando un grupo de individuos, ya sea ligados por una religión común o una ideología compartida, se jacta de que es tolerante hacia otro grupo que coexiste en la sociedad, de ninguna manera se iguala con el grupo tolerado. Más bien se declara superior al grupo tolerado, porque cuando nosotros toleramos algo, ¿no estamos inadvertidamente diciendo que no concordamos con él, no obstante lo cual le permitimos coexistir a nuestro lado?
Tal como sucede con los anillos dentro del tronco de un árbol, que únicamente podemos si lo seccionamos, es solo a través de la disección del concepto de tolerancia que podemos captar toda la dimensión de los significados que anidan en su interior. En muchos contextos, cuando tiene que ver con aborto, religión y raza, la palabra tiene connotaciones de falta de respeto y a menudo desprecio hacia quienes son tolerados.
Tolerar algo, ya sea una persona, un grupo o una línea de conducta implica que se trata de algo defectuoso, imperfecto. La calificación de defectuoso o imperfecto deriva de la medida en que difiere de los valores y creencias de uno. El concepto de tolerancia se arroga el preconcepto de que uno puede distinguir el bien del mal, y a causa de ello, genera y promueve concepciones opuestas. Por otra parte, la tolerancia niega a otros una posición equiparable dentro de la sociedad. Dado que las implicancias de la palabra son subconscientes y no enunciadas: estamos separados y no somos iguales. Por consiguiente, antes que crear nódulos de solidaridad, el concepto de tolerancia proscribe la solidaridad al impedir la igualdad, y al hacerlo así promueve una relación que entre dominante y dominado. Si bien la idea implícita en el concepto de tolerancia es que al permitir que grupos moral y religiosamente en conflicto puedan coexistir uno junto al otro, en lugar de ello la tolerancia capacita a grupos e individuos simplemente a reconocer que hay diferencias, pero sin examinarlas o explorarlas. En su artículo titulado "Los Límites de la Tolerancia", Roger Wilkins dice que actualmente está "tratando de encontrar un poco de tolerancia hacia blancos culturalmente en desventaja -gente cuya empatía se ha visto menoscabada y disminuida por el trato brutal del medio cultural en que se encuentran". Wilkins explica que en las décadas del '30 y '40 "La mera tolerancia (de los negros) resultó ser un deficiente sustituto de los plenos derechos de ciudadanía", y a lo largo de todo el artículo insinúa que la misma situación continúa en vigencia hoy en día. De esta forma, en lugar de hacer frente a prejuicios y discriminaciones, es la tolerancia la que promueve a los dos, en la medida que no sólo enfoca la atención sobre las incompatibles posturas morales y religiosas que existen, sino que también, tanto tácita como explícitamente, repudia a quienes son religiosa e ideológicamente distintos. La dificultad que rodea al concepto de tolerancia no radica tanto en cómo ponerla en vigencia como en reconocer que no sólo no derriba barreras, sino que en lugar de ello las robustece, que no suprime animosidades, sino que las alimenta.
John Gray, académico del Jesus College, Oxford, razona que la tolerancia "es inevitable e inherentemente opinable. Cuando toleramos una práctica, una creencia o un tipo de comportamiento, damos paso a algo que consideramos indeseable, falso, o por lo menos inferior. Nuestra tolerancia expresa la convicción de que, a pesar de su inconveniencia, el objeto de tolerancia debe ser dejado en paz. Esta es, en verdad, la idea central de tolerancia, tal como es practicada en cosas grandes y pequeñas. De modo que nuestra tolerancia hacia los vicios de nuestros amigos no los hace menos viciosos: más bien nuestra tolerancia presupone que hay vicios.
Por consiguiente, la tolerancia no es una expresión de duda acerca de nuestra habilidad para distinguir el bien del mal; por el contrario, señala la evidencia de que poseemos esa capacidad. La necesidad de un concepto que impida a individuos y grupos juzgar a otros, tanto tácita como abiertamente, evidentemente existe: acaso la solución sea practicar y predicar neutralidad, antes que postular tolerancia.
La tolerancia: ¿virtud o defecto? Si bien el concepto de tolerancia apunta a abrir puertas, pareciera que las cierra, por negar tanto a individuos como a grupos libertad e igualdad de oportunidades. Vale la pena notar que el antiguo idioma hebreo, que fue revivido durante el último siglo y por lo tanto tuvo que adoptar neologismos, define "tolerancia" exactamente de la misma forma con que se define la palabra "tolerar", que significa soportar, sufrir ("Lisbol‑Sevel‑Sovlanut"). El idioma hebreo comparte esta definición con una variedad de otros lenguajes y culturas. De esta forma, contrariamente a lo que propugnan muchos, tolerancia no incluye el concepto de valorización y respeto hacia diferencias, a menos que se aduzca que plantear un tema significa valorarlo. ¿No debiéramos, por ende, dedicar menos tiempo a hablar sobre lo que hemos de tolerar y no tolerar y, en cambio, examinar las diferencias como un medio de aceptarlas, antes que ocultarlas tras un concepto que, en un intento de aceptar diversidades y reconciliar personas, las califica de inferior y las segrega?
Tal como es utilizada hoy en día, la palabra tolerancia emerge como un término "políticamente correcto" por cuanto, al igual que todos los términos políticos, silencia a todo aquel cuyas ideas son incongruentes con las de uno. En lugar de controlar al extremismo, la tolerancia lo incentiva ya que permite a uno practicar un antiguo principio, el de discriminación, bajo un nuevo ropaje. Como individuos que poseemos nuestra propia ética y escala de moralidad, la sociedad nos demanda un compromiso con la verdad y la fe; pero ese compromiso debe estar atemperado por la humildad y la tolerancia hacia otros puntos de vista; que seamos apasionados, pero no arrogantes; que no condenemos a quienes tienen convicciones que no coinciden con las nuestras. Sin embargo, la tolerancia nutre tanto a nuestra pasión como a nuestra arrogancia.
En lugar de permitirnos celebrar nuestras diferencias como tal vez lo haría la neutralidad, la tolerancia nos induce a enfatizarlas. Además, la tolerancia nos permite dictar juicio sobre otros no sólo con seguridad, sino públicamente, como si nosotros no tuviéramos nada que ocultar. La idea de tolerancia legitima nuestros prejuicios y, al hacerlo así, destruye todos los objetivos que persigue una sociedad democrática: igualdad para toda la gente, fraternidad y libertad.Seamos tolerantes, con nosotros mismos y con quienes nos rodean y tengamos la sabiduría de aceptar lo diferente, aunque nos duela, nos brote, nos irrite.
Podemos crecer mucho si escuchamos lo que nos dicen los demás. Aceptarlo, asumirlo,implica un gran acto de tolerancia.
Fran...
Fran:
Estoy verdaderamente agradecida por tu participación. Tu comment me dejó pensando, no solo en las ideas vertidas por mí en el post, sino también en las implicancias de observar un comportamiento "tolerante" en nuestra vida.
Voy a releer con mucho detenimiento lo que escribiste, pues es lo menos que se puede hacer con una opinión tan bien expresada y fundamentada.
Es un honor que personas como vos lean mi blog y que participen en él. Tu colaboración para transformar este espacio en un foro de reflexión - tal y como yo lo concebí al inaugurarlo - es invaluable. Espero que sigas haciéndolo.
Asimismo, quiero destacar cómo - sin agresiones de ningún tipo - pudiste expresar un punto de vista radicalmente opuesto al mío: mientras yo expuse la tolerancia como una virtud admirable y de extrema importancia, vos relativizaste esa importancia y le diste un giro radical al ángulo del planteo. Este comment es el paradigma del disenso productivo, que nos lleva al avance y al enriquecimiento espiritual y humano.
Ojalá todos los participantes sigan - como pienso hacer yo misma - el ejemplo que nos has dado.
Me tomo la libertad de preguntarte... si ser tolerantes implica construir barreras en lugar de desterrarlas ¿cómo se coexiste en pie de igualdad? ¿cuál es la forma de convertir esas barreras en puentes, que nos acerquen en lugar de alejarnos? ¿lo llamaremos paciencia, filosofía, comprensión, consideración? Me inclino por pensar que la respuesta más adecuada es RESPETO, pero quisiera conocer tu opinión al respecto.
Muchas gracias!!
Veruk@
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